Porque la historia no se borra con lágrimas ni con comunicados de prensa: la Universidad de Chile descendió, y no fue un error del sistema. Fue oficial, fue real y fue hermoso (para nosotros, obvio). Mientras algunos intentan reescribir el pasado, nosotros en Memorias Albos nos encargamos de que nunca se olviden sus momentos gloriosos en la B.
En los 70, el mítico “Ballet Azul” daba sus últimos giros. Llegaron a una semifinal de Libertadores en 1970 y después… bueno, después vino la caída lenta. Como ese jugador que se va quedando sin piernas pero insiste en seguir bailando. Lo que siguió fue una coreografía rumbo al abismo, con más pena que gloria.
En 1979 ganaron la Copa Polla Gol (sí, esa existe), y lo celebraron como si fuera la Champions. Le ganaron al Colo Colo 2-1, y lo siguen recordando en cada aniversario. Pero mientras nosotros ganábamos campeonatos nacionales, ellos ganaban nostalgia.
Ya en los 80, vino el mítico CORFUCH, que administró al club como si fuera un local de empanadas sin caja registradora. Más caos que goles, más déficit que triunfos. Y así, año tras año, La U iba coleccionando decepciones y “casi”.
Hasta que un día llegó el castigo: el descenso oficial en 1989, anunciado sin anestesia. Fue el resultado de mala gestión, mal fútbol, y cero autocrítica. La Federación lo dejó clarito: descendidos por mérito propio, sin VAR, sin conspiración. La B los esperaba con los brazos abiertos.
Los hinchas, fieles como siempre, cantaban “volveremos”, y sí, volvieron… pero con la mancha histórica que nadie les podrá sacar. Porque un descenso no se borra con frases bonitas. Se queda ahí, tatuado en la historia.
