El 2019 quedará marcado como uno de los años más oscuros en la historia de la Universidad de Chile. Tras una temporada llena de errores, tanto dentro como fuera de la cancha, el equipo azul terminó sellando su descenso a la Primera B del fútbol chileno, un golpe durísimo para uno de los clubes más grandes del país.
La campaña estuvo plagada de problemas desde el inicio. Las constantes rotaciones de técnicos, la falta de un plantel competitivo y una serie de malas decisiones dirigenciales fueron determinantes para este desenlace. Los hinchas azules, acostumbrados a ver a su equipo luchando por los primeros lugares, se encontraron en una situación impensada: pelear por no descender.
En lo futbolístico, los resultados nunca acompañaron. La U acumuló derrotas dolorosas, incluyendo clásicos donde mostraron una falta de identidad que desconcertó incluso a los más fieles seguidores. El apoyo de la hinchada fue constante, pero ni siquiera eso logró revertir el curso de los acontecimientos.
Finalmente, la confirmación del descenso llegó en una fatídica jornada donde los resultados de otros partidos sellaron su destino. Las imágenes de los jugadores con lágrimas en los ojos y los hinchas en las gradas tratando de asimilar lo ocurrido quedaran grabadas en la memoria del fútbol chileno.
Hoy, en perspectiva, el descenso de la Universidad de Chile es un recordatorio de que ningún club está exento de sufrir las consecuencias de malas gestiones y decisiones apresuradas. Para los hinchas azules, la esperanza ahora está puesta en que el equipo pueda renacer desde la Primera B y recuperar el lugar que les corresponde en la élite del fútbol nacional.
